La completa libertad del cuerpo femenino: Alfonsina Storni

La poesía siempre parece estar muriendo, siempre parece que ya nadie la escribe, que ya nadie la lee. Que los poetas, estén vivos o muertos, no tienen nada nuevo para esta sociedad de descreídos. Sin embargo, si tienes un instante de buena fortuna y sabes googlear más allá de Neruda, te puedes encontrar a una mujer que te mira a los ojos con el alma expuesta al viento y al sol.

Alfonsina Storni fue una poeta, que nació en Suiza, pero que vivió en Argentina desde su niñez, en 1896. Pasó por varios empleos como mesera, actriz, maestra, mientras escribía de manera original sobre el hecho de ser una mujer en su tiempo, ya que en nuestra Latinoamérica nunca ha sido indiferente el género para definir nuestras vidas. Pero ella, al contrario, decidió que si había alguna voz que iba a escuchar, sería la propia.

Fue una madre soltera, que rehízo su vida en Buenos Aires, intentando combatir los prejuicios sociales, con sus palabras directas. Así encontramos el poema Tú me quieres blanca, en que increpa al hombre que no es capaz de asumir la posibilidad de sexualidad de su amada:

“(…) Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Fue amiga de Horacio Quiroga, escritor uruguayo, autor de Cuentos de la selva y Anaconda, con quien terminó compartiendo un mismo final. El ya reconocido autor en 1925, la invita para irse junto a él a Misiones, a lo que ella se niega. Quedándose en la capital logra publicar en diversas revistas, y sacar sus primeros libros, de esta forma se convierte en un personaje respetable de la literatura de Argentina. En el poema Siglo XX, es clara respecto de su postura frente a lo que a ella se exige por el sólo hecho de ser mujer:

“Me estoy consumiendo en vida,

Gastando sin hacer nada,

Entre las cuatro paredes

Simétricas de mi casa.

¡Eh, obreros! ¡Traed las picas!

Paredes y techos caigan,

Me mueva el aire la sangre,

Me queme el sol las espaldas.

Mujer soy del siglo XX;             

Paso el día recostada

Mirando, desde mi cuarto,

Cómo se mueve una rama.

Se está quemando la Europa

Y estoy mirando sus llamas

Con la misma indiferencia

Con que contemplo esa rama.(…)

 

Conoció a Gabriela Mistral quien escribe sobre ella en El Mercurio: “Cabello más hermoso no he visto, es extraño como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado, y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura“. Pareciera que la tristeza que siempre la acompañaba, pasaba inadvertida, frente a su inteligencia y personalidad, pero después que ya la historia está contada, es fácil ver el destino que colgaba sobre su existencia. Es cosa de leer Yo en el fondo del mar, en que señala:

En el fondo del mar hay una casa de cristal.

A una avenida de madréporas da.

Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.

Me trae un rojo ramo de flores de coral.

Duermo en una cama un poco más azul que el mar.

Un pulpo me hace guiños a través del cristal.

En el bosque verde que me circunda

—din don… din dan—

se balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar.

Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar.”

Se dice que Alfonsina pensaba que el suicidio era una elección, una decisión tomada desde la libertad, y a partir de un día gris en que ella decide abandonarnos, nace su leyenda. En su honor se escribió la canción Alfonsina y el mar por Ariel Ramírez y Felix  Luna, que fuera interpretada por Mercedes Soza. No puedo pensar una carta de despedida y de homenaje más hermosa, en donde se nos regala la imagen en que ella abraza la muerte, internándose poco a poco en el mar, en su mar.

Te vas Alfonsina con tu soledad,
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar.”


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